lunes, 26 de enero de 2009

La creación artística peruana

El extraordinario patrimonio cultural del Perú tiene su origen en las soberbias civilizaciones andinas que surgieron en su territorio antes de la llegada de los españoles. Los tesoros arqueológicos peruanos son fehacientes testimonios de la existencia de un poderoso impulso civilizador, que se desarrolló sin contacto con otras culturas extracontinentales.
Las primeras manifestaciones artísticas que reflejan un alto grado de evolución intelectual y tecnológica son las piezas halladas en los yacimientos de Chavín de huantar y Cupisnique, datadas entre los siglos IX y IV a.C. Se trata de un arte simbólico y religioso, que abarca la orfebreria de plata y oro, la cerámica, la arquitectura y la escultura en piedra.
Entre los siglos VIII a.C. y I de C., se desarrollaron las culturas llamadas de Paracas Cavernas y Paracas Necrópolis, que produjeron, respectivamente una bella cerámica polícroma con representaciones religiosas y una cerámica monocroma, y tejidos de delicada y compleja factura.
En el período comprendido entre los siglos III a.C. y VII d.C. se desarrollaron las culturas urbanas Mochica, en Lambayeque, y Nazca, en el valle del río Grande, en Ica. Tanto en la primera, en la que sobresalen las magníficas Huacas del Sol y de la Luna y la Rajada de Sipán, como en la segunda, hay que destacar el cultivo en terrazas y la ingeniería hidráulica, así como una de las más orginales producciones cerámicas, textiles, pictóricas y escultóricas del ámbito andino.
La civilización Wari, entre los siglos VIII y XII, asentada en Ayacucho, fue la primera en definir un trazado urbano racional, concepto que se expandió a zonas como Pachacamac, Cajamarquilla, Wari Willca y otras; mientras que la de Tiahuanaco, que se desarrolló a orillas del Lago Titicaca, entre los siglos IX y XIII, introdujo la arquitectura y la escultura lítica de tipo monumental, gracias al descubrimiento del bronce, que permitió fabricar las herramientas necesarias, y el urbanismo militar.
El perfeccionamiento de la arquitectura urbana fue debido al pueblo Chimu, que entre los siglos XIV y XV construyó en el valle del río Moche, en la Libertad, la ciudad de Chan Chan. Los Chimú fueron asimismo hábiles orfebres y realizaron obras notables de ingeniería hidraúlica.
La civlización inca, que incorporó gran parte del legado cultural de los reinos que le precediron, ha dejado importantes testimonios; ciudades como el Cuzco, restos arquitectónicos como Sacsahuaman y Machu Picchu, y caminos empedrados que unían al Cuzco con los cuatro puntos cardinales del Incario.
La llegada de los españoles, como es obvio suponer, desplazó no sin violencia las concepciones artísticas nativas, si bien en muchos casos se produjeron enriquecedores mestizajes. De hecho, la arquitectura peruana es la conjunción de estilos europeos sometidos al influjo de la imaginería indígena. Tras el inicial período renacentista, dos de cuyos ejemplos más notorios son la catedral e iglesia de Santa Clara de cuzco, el mestizaje alcanzó su más rica expresión en el barroco, que tiene en el convento de San Francisco de Lima, la iglesia de la Compañía y la fachada de la universidad de Cuzco y, sobre todo, las iglesias de San Agustín y santa Rosa de Arequipa sus más bellos exponentes.
La guerra de independencia dejó un vacío creativo, que el neoclasicismo de inspiración francesa apenas pudo llenar. Así como el siglo XX, en general, se caracterizaría por el eclecticismo, al que se ha acabado ejemplo es la plaza San martín de Lima.
La escultura y la pintura peruanas comenzaron a definirse a partir de los talleres fundados por religiosos fuertemente influidos por la escuela barroca sevillana. En este marco se inscriben la silleria del coro de la catedral, la fuente de la plaza de armas de lima y gran parte de la producción colonial.
El mestizaje artístico fue más intenso en la creación pictórica, que recogió sin ambages la herencia nativa y materializó sin cisuras la continuidad histórica, como se observa en el retrato de Atahualpa prisionero, de D. de Mora, o en los lienzos de los italianos Pérez de Alesio y A. Medoro, los españoles F. Bejarano y J. de Illescas y el criollo J. Rodríguez.
Durante los siglos XVII y XVIII, el barroco también dominó el campo de la plástica, hasta que en el siglo XIX las corrientes neoclásicas y románticas francesas encontraron en L. Montero, I. Merino y F. Masias a sus mejores representantes.
Ya en el siglo XX la fundación de la Escuela de Bellas Artes de Lima (1919) imprimió el impulso decisivo a la escultura y la pintura peruanas. En escultura son destacables los nombres de L. Agurto, L. Valdettaro, J. Roca rey, entre otros.

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